Cuenta la leyenda que, durante la dictadura de Franco, le fue devuelto a Berlanga un guion con varias escenas eliminadas. Una de las escenas eliminadas indicaba: «Plano general de la Gran Vía». Cuando unos meses después Berlanga coincidió con uno de los censores, este le explicó los motivos de aquel corte: «Siendo usted el director —le dijo—, ¿quién nos garantizaba que en ese plano no incluyese un grupo de curas saliendo del Pasapoga?».
Desde que conocí esta leyenda, en los distintos visionados que hago de las películas de Berlanga, siempre me detengo a mirar los elementos que componen sus planos. Hay una riqueza en los detalles que nunca deja de asombrarme. El otro día vi Plácido y en la secuencia en la que se produce la muerte de Pascual, me percaté de un detalle que siempre me había pasado desapercibido.
Pascual es uno de los pobres que participan en la campaña navideña «Siente un pobre en su mesa». Una campaña con la que la burguesía invita a pasar la Nochebuena a una persona sin hogar. Por desgracia, Pascual sufre una angina de pecho que le llevará a la muerte, aunque antes de morir será «obligado» a casarse para no «morir en pecado», pues vivía con una mujer sin haber contraído matrimonio.
Entre Plácido y su cuñado bajan el cadáver por las escaleras y, cuando llegan a la calle, lo llevan hasta su motocarro. Los burgueses vuelven a la comodidad confortable de sus casas, ya sin pobres incordiando y con el problema del hombre muerto resuelto, mientras Plácido y su familia deben ocuparse de devolver el muerto a su casa para pasar «la noche de bodas» con su mujer y para que ellos, por fin, puedan celebrar la Nochebuena.
Es justo en ese momento, justo cuando han subido al muerto al motocarro para sentarlo en la silla que ocupaba el «hombre rico» en la cabalgata, cuando me doy cuenta por primera vez de que en la calle en la que se encuentran hay una placa de mármol. En otras ocasiones, tal vez por la escasa calidad de la copia o por cualquier otra circunstancia, no adiviné lo que decía la placa. Anoche lo vi con una nitidez difusa. Dice: «Cuartel General del Generalísimo. Estado Mayor. Parte oficial de guerra correspondiente al día 1 de abril. En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Burgos, 1° Abril 1939. El Generalísimo Franco».

Recordé la anécdota de «Siendo usted el director, ¿quién nos garantizaba que en ese plano no incluyese un grupo de curas saliendo del Pasapoga?». Y empecé a hacerme preguntas sobre la presencia de esa placa de mármol en la película. ¿Puso Berlanga allí esa placa o era habitual que en 1960 hubiera placas de mármol con el último parte de guerra colocados en las paredes? ¿Decidió Berlanga incluir esa placa de mármol en los planos en los que vemos cómo los pobres, por fin, cautivos y desarmados, han sido vencidos hasta la humillación por la burguesía? ¿Lo hizo Berlanga sin percatarse de que esa placa estaba en aquella calle de Manresa y que otorgaba a la escena un valor simbólico inaudito? ¿Burló a la censura franquista usando uno de sus símbolos? ¿Esa placa de mármol convierte la película en un alegato antifranquista en 1961?
No sé responder a esas preguntas y, de alguna manera, importa muy poco conocer las respuestas. Si pasó la censura, los censores consideraron que tanto el argumento como la caricaturización de los personajes protagonistas no atentaban contra la moral católica ni contra los principios del Movimiento. Esa placa de mármol en esa escena, por lo tanto, no debió parecerles digna de mención, pues era un elemento del paisaje habitual de las ciudades españolas todavía en 1960. Una placa de mármol en la que se recordaba la victoria de las tropas nacionales y en la que se señalaba a los vencidos con dos adjetivos inolvidables: cautivo y desarmado.
Unos adjetivos que tal vez significan lo mismo que las últimas palabras que escuchamos en la cinta, cuando Plácido y su familia llegan por fin a su casa en la calle del Orden. Una casa muy diferente a las casas burguesas que hemos visto durante la película. Una casa que está al final de unas escaleras. En lo que parece una excavación en el terreno. Un agujero ganado a la tierra. Desde lo alto de la escalera, justo al lado del motocarro decorado con la Estrella de Belén, un hombre grita a Plácido y a su familia:
—¡Cobardes! ¡Golfos! ¡Que sois unos golfos! ¡Todos estos desgraciaos son iguales!
Luego oímos un villancico con el que la película llega a su fin:
«—Madre, en la puerta hay un niño
y gritando está de frío.
—Anda y dile que entre
y se calentará,
porque en esta tierra
ya no hay caridad,
ni nunca la ha habido,
ni nunca la habrá».



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