Yakarta

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 I was dressed for success 
But success it never comes
And I’m the only one who laughs 
At your jokes when they are so bad 
And your jokes are always bad 
But they’re not as bad as this.

Pavement

La piscina del hotel siempre es para los campeones. Es de noche y apenas tienen doce años, pero no están solos. Con ellos siempre está un adulto y una cicatriz. También hay una herida que —los niños aún no lo saben— nunca cerrará. Luego hay pistas de polideportivos sin lustre, coches baratos en los que aprender a conducir y bingos sórdidos en los que la moqueta huele a abandono. Hay también muebles comprados en fábricas de carretera, una coral que canta en iglesias y un profesor de instituto que nunca se afeita y que tiene pájaros enjaulados en la pequeña terraza de su piso. 

Hay poca belleza en los restaurantes de camioneros y en los hoteles sin estrellas que siempre huelen a viejo. Hay poca belleza también en la mirada de quienes se reconocen en los pabellones donde se disputan los partidos clasificatorios para el campeonato de España. En las gradas apenas hay espectadores, solo cáscaras de pipas. El problema no es el bádminton, es España. En Yakarta, los jugadores de bádminton son leyendas. En la España del extrarradio y los finales tristes, no. Aquí no hay hueco para leyendas porque aquí nunca gana nadie. Y además, visten ropa tan fea como esas carreteras nacionales que enlazan los pueblos de España que apenas tienen habitantes. Pueblos con pabellones deportivos abandonados, porque los jóvenes envejecieron o se marcharon a la capital a buscarse la vida como si todos fuéramos Julio Iglesias en 1968.

Pero hubo un tiempo —un poco después de la piscina del hotel para los campeones—  en el que sucedió el milagro. Ese milagro se llamó Barcelona 92. Y aunque nuestro protagonista ya estaba herido de muerte —me jodieron la vida— compitió representando a España en los Juegos de la XV Olimpiada. El momento de gloria de Joserra se esfumó delante de sus ojos. Y luego ya no hemos vuelto a estar tan cerca de la cima como en Barcelona 92. Los juegos olímpicos de la alegría, de los amigos para siempre means you’ll always be my friend y del triunfo del trabajo bien hecho. Carlos Solchaga, el ministro socialista, dijo en aquellos años que «España es el país donde se puede ganar más dinero a corto plazo de Europa y quizá del mundo». Pero luego todo se torció. Tal vez lo que quería decir el ministro socialista obrero español es que se puede ganar más dinero siempre que uno no sea tan pobre como Joserra, a quien no solo no ayudaron a prosperar, sino que además le robaron lo único que tenía. Esa inocencia que le hace a uno soñar con ganar en Yakarta, aunque todavía no sepa que vivimos en Stockton y que aquí es imposible, completamente imposible, ganar.

Yakarta es la capital y la ciudad más poblada de Indonesia, situada en la isla de Java. También es una magnífica serie de televisión ideada por Diego San José, dirigida por Elena Trapé y protagonizada por un brillante Javier Cámara que es muy difícil no relacionar con Fat City, la película que dirigió John Huston en 1972. De esta película dijo Roger Ebert «simplemente no hay suspense, clímax ni resolución en las vidas de estas personas: solo unos pocos momentos de esperanza de segunda mano que ni siquiera parecen merecer la pena en ese momento». Algo así se podría decir de las vidas de las personas que protagonizan Yakarta. Una serie necesaria, honesta y profundamente triste, aunque, claro, nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.

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