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Carson McCullers

En los últimos días he leído con mucho placer algunos de los cuentos y de las novelas de Carson McCullers, la escritora estadounidense nacida en 1917. Al leerla, he comprobado que todo lo que había escuchado sobre ella era cierto. Carson McCullers es una escritora excepcional.  

En «¿Quién ha visto el viento?», uno de sus cuentos, narra la historia de un escritor incapaz de continuar su vocación. Alcoholizado y desequilibrado por la imposibilidad de escribir solo puede terminar de forma dramática. En una escena que transcurre durante la celebración de una fiesta en la casa de un pintor de segunda, el protagonista, que ha publicado dos libros, uno de ellos con éxito, habla con un aspirante a escritor que en ocho años solo ha conseguido publicar un cuento en una revista desconocida. Ken, el protagonista, le dice que es muy doloroso poseer un «talento pequeño». Un talento que solo le ha dado para publicar un cuento en una revista que nadie conoce. Al leer esas palabras, no pude más que sentirme identificado con ellas y pensar en mi propio talento. Tal vez el mío no dé más que para escribir los domingos y es triste y doloroso no poseer uno mayor, porque, para obtener una recompensa tan exigua, hubiera sido preferible no tener ninguno. Aunque es cierto que me gano la vida de otra manera y que tal vez sea un buen profesor de secundaria. Tal vez en ese oficio se encuentre el sentido de mi vida y la creación sea solo una forma de rellenar los huecos vacíos y el miedo a la muerte. ¿Quién puede saberlo? El lado positivo de mi falta de talento es que no soy alcohólico ni amenazo con tijeras a mi mujer, ni hago el ridículo en fiestas de literatos de provincias, pero también es verdad que tengo cincuenta años y no he publicado una sola línea en ninguna parte. Ni una línea. Es lo que hay, que diría nuestro querido Kurt Vonnegut.

La primera novela que leí de Carson McCullers fue La balada del café triste. Un western fuera del tiempo con una trama simbólica y verosímil y un uso asombroso del narrador. Un narrador en tercera persona, omnisciente, que dirige al lector y que, de manera invisible, nos lleva de un lugar a otro sin que nosotros podamos ni queramos evitarlo. Un amor más allá de la vida. Un amor sin romanticismo. Un amor humano.

Luego leí Reflejos en un ojo dorado. Mágica y misteriosa. Una novela con pocos elementos pero combinados con lucidez y perfección. Mientras la leía, era consciente de que Carson McCullers es una de esas escritoras que me va a acompañar durante toda la vida. Su estilo sencillo, condensado, me atrapa. Y esa sencillez con la que narra las vidas de sus personajes me incita a escribir. Da la impresión, después de leerla, de que escribir es muy fácil. Demasiado fácil.

Reflejos en un ojo dorado es una novela tan perfecta como el corte de una costurera. Dos hombres, dos mujeres, un filipino, un caballo y un soldado es todo lo que necesita Carson McCullers para hablarnos del ser humano, de la soledad, de la vergüenza, del alivio que proporciona la muerte de los demás, del vacío y la añoranza de una vida mejor. Una vida que se parezca a la que tuvimos en la infancia.

En la introducción de Rodrigo Fresán se habla de que cuando se publicó en los años 40 tuvo mucha controversia por su sordidez y por la presencia de personajes «extraños», pero leída hoy no hay nada de esa truculencia. Los personajes son humanos y sus ambiciones y sus fracasos también lo son. Ese soldado Williams atemorizado por una educación religiosa incapacitante es como todos nosotros, que solo podemos admirar la belleza desnuda de Leonora cuando ella duerme. 

También, por supuesto, somos el capitán Wendon Penderton, el marido de Leonora. Somos tan impotentes y ambiciosos como él, a pesar de que sin haber cumplido los cuarenta ya estamos acabados, por mucho que nuestra carrera en el ejército no parezca tener fin. Somos ese hombre incapaz de domar al caballo de su mujer, en una escena llena de simbolismo y magia, con el soldado Williams desnudo y limpio escondido en la oscuridad de la pureza.

Así somos. Ni más ni menos. Y así nos describe Carson McCullers con su estilo tenso y sus palabras precisas.

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