Artículos Televisión

El encargado o los españoles idénticos

El encargado es una serie argentina de televisión dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat que se estrenó en 2022. La primera temporada tiene once capítulos y nos cuenta la historia de Eliseo, el encargado de un edificio que lucha por mantener su puesto de trabajo, ya que los propietarios quieren despedirlo para hacer una piscina en la azotea. Este asunto es, por supuesto, un MacGuffin de manual, pues en la serie utilizan esta trama  para hablar de las relaciones de poder, del vasallaje, de la lucha de clases, de las bajas pasiones, de los corazones rotos y, en fin, de los seres humanos. Una disección en vivo de seres humanos perdidos en un mundo contemporáneo insensible y ajeno. Cualquiera que se acerque a estos personajes se percatará de que reflejan muy bien la esencia de la especie humana: bien mirados, somos una pandilla de hijos de puta.

La serie cumple con lo que promete, aunque, en ocasiones sea reiterativa, sobre todo al final, cuando comienzan a preparar los hilos de la segunda temporada, pero casi siempre es mordaz, bufa e inclemente. Nos hace congraciarnos con un ser despreciable y eso es incómodo, a pesar de que sepamos que Eliseo es tan abyecto como los demás habitantes de esta serie y, claro, como casi todos nosotros. Mención especial merece el trabajo de Guillermo Francella en la composición de este personaje tan humano, tan «demasiado humano». El resto del reparto también brilla —excepto los niños— con esa naturalidad extraordinaria de los actores argentinos, lo que convierte los desconcertantes guiones en una fiesta de la inteligencia y la belleza.

Dicho todo esto, la serie me ha hecho reflexionar sobre nosotros: los españoles. En concreto, sobre cómo nos ven desde fuera de España. En uno de los capítulos de la serie aparece un personaje que viene de Barcelona y se llama Jordi. Al segundo de verlo en la pantalla, me di cuenta de que no sólo no era catalán, sino que ni siquiera era español. No vamos a ahondar mucho en este personaje, pues desempeña un papel relevante en una subtrama, pero sí quiero detenerme en la presencia de otros personajes «españoles». Eliseo tiene que conocer una información que deben facilitarle en una residencia de ancianos de Barcelona. Para ello telefonea desde Buenos Aires y habla con varias personas. Ninguna de ellas es española. Son actrices imitando el acento español de una manera burda para cualquiera de nosotros. Después de varios intentos, consigue mantener una conversación más o menos larga con una enfermera catalana que le proporciona la información que precisa. Es tan increíble lo poco catalana que es la chica que provoca asombro. Ni su acento, ni su forma de mover los brazos, ni su forma de tocarse el pelo se corresponden con una mujer catalana, aunque lo curioso es que su forma de desenvolverse es una mezcla de todos los españoles al mismo tiempo. Es imposible descifrar de qué zona de España es la chica, porque habla con un acento mezclado y usa modismos imposibles de ubicar en el mapa de España. ¿Qué quiere decir esto? ¿Para los argentinos todos los españoles somos iguales? En ese capítulo incluso se permiten hacer bromas sobre «gallegos» y repiten los clichés de nuestra forma de decir tacos o de nuestro engolamiento rebuscado. ¿Cómo es posible?

Mirar de lejos sirve para entender mejor lo observado, la distancia proporciona una perspectiva distinta, ya que la contemplación tiene sus propias reglas. Aquí miramos nuestras diferencias con el microscopio de nuestra ceguera, pero desde fuera son incapaces de apreciar ninguna. En Argentina no tienen nuestros microscopios culturales made in spain. Sólo aprecian que, como aquel niño de El traje nuevo del emperador que gritó lo que todos sabían, somos muy parecidos, porque da la impresión de que los españoles, en el fondo, somos idénticos e intercambiables a pesar de todos los pesares.  

1 comentario

Deja un comentario